domingo, 21 de octubre de 2012

El precio.

Era algo que nunca había sentido antes.

Estaba enamorada, y lo mejor de todo es que era correspondida.

El joven afortunado decía quererla como nunca antes había querido. Sin embargo, también amaba a otra. Una joven de hermosa belleza, insinuante y deseada por todos. Le habían escrito canciones y poemas, dedicado cuadros y libros e incluso los pueblos se habían enfrentado entre sí para lograr conquistarla. Como muchos otros, este joven quedó embelesado cuando comenzó a conocerla. A medida que pasaba el tiempo más la quería, hasta el punto de desear huir con ella.

La pobre muchacha se resignaba a escuchar cómo su amado de vez en cuando le comentaba que deseaba irse de viaje con la otra, algo con lo que la pobre no podía competir. Sabía que lo iba a perder, que no podía hacer nada al respecto, por lo que se conformaba con pensar en que aún quedaba tiempo para aquel viaje y que de momento podía disfrutar del joven. A medida que aumentaba el engaño más temía que él pudiera marcharse en cualquier momento. Era evidente que la otra podía ofrecerle tantas cosas a las que ella apenas podía aspirar... La más importante de todas, no sentirse atado a nada. El sentirse solo ante la inmensidad del mundo. 

Lo que ofrece es tan grande que para llegar a conquistarla hay que dejar cosas atrás y la astuta joven pone un precio distinto para cada persona, precios que suele cobrar. 

Al fin y al cabo, ¿quién no ha deseado la Libertad?